Unión por el Mediterráneo (UpM): Diez años después de la UpM, un ejercicio de lucidez se impone   - Youssef AmraniYoussef Amrani

Unión por el Mediterráneo (UpM): Diez años después de la UpM, un ejercicio de lucidez se impone  

Diez años después del lanzamiento de la Unión por el Mediterráneo (UpM), debemos reconocer que no se ha logrado la construcción del área de estabilidad y prosperidad compartida, tan deseada por las dos riberas, por falta de voluntad política de Europa y de instrumentos adaptados a las nuevas dinámicas políticas acaecidas en el Sur.

También por carecer de un compromiso suficiente de los países del Sur, que no han logrado ponerse de acuerdo en torno a esta ambición regional, que implica también la implementación de un proceso de reformas que esté a la altura de este proyecto de integración multidimensional.

Los cambios que se conocieron en los planos internacional y regional y la aparición de nuevos desafíos, han puesto de relieve la incapacidad de los Estados miembros y las instituciones para crear las sinergias necesarias para ayudar a los países de la región a superar sus dificultades.     

Sin embargo, hoy más que nunca, solo un espacio unido, fuerte y solidario podría permitir a los países de la región afrontar sus desafíos comunes y responder a las aspiraciones legítimas de sus respectivas poblaciones y en particular, de sus jóvenes. Esta observación, tantas veces recordada que ya no parece ser escuchada, es, sin embargo, una verdad inmaterial e inmutable que debería enfatizarse nuevamente con la misma insistencia. Sin este espacio unido, fuerte y solidario, la brecha entre las expectativas de las poblaciones euromediterráneas y su realidad cotidiana no hará sino aumentar alimentando malentendidos, frustraciones y populismos de todo tipo.

El expresivo ejemplo del Magreb, que por falta de pragmatismo y coraje político, se encuentra actualmente nadando contracorriente. A pesar de los numerosos llamamientos para trabajar a favor de la construcción de un área de paz y prosperidad compartida. Lamentablemente, el no Magreb se distingue hoy como la región menos integrada del mundo. Los cierres de fronteras continúan obstaculizando el desarrollo regional, el comercio, la inversión y el empleo.

Por lo tanto, en lugar de acceder al círculo virtuoso del desarrollo, el crecimiento y la riqueza compartida, el Magreb se ha convertido gradualmente, desde la década de 1990, en un espacio de tensiones y dificultades que obstaculiza el surgimiento de un verdadero centro de desarrollo en esta parte meridional de la región euromediterránea.

La aparición de una región euromediterránea también se ve limitada por las divisiones que existen dentro de la UE, debido a las sensibilidades e intereses variables y fluctuantes hacia el Mediterráneo; hay que constatar también que las prioridades de Europa se han orientado más hacia el Este. Es indudable que en el día de hoy, la idea de una Europa de proyectos está perdiendo terreno.

La crisis migratoria ha creado una nueva brecha entre los Estados de la UE, al paralizar cualquier solución europea a la crisis de refugiados. Si bien los retos que enfrentan los Estados miembros de la UE trascienden cada vez más las fronteras estatales y requieren un enfoque regional más amplio, el alcance de las respuestas aportadas por la UE parece reflejar más un compromiso de bajo nivel que choca con las paredes de las preocupaciones nacionales de unos y de otros.

El ensimismamiento, el cierre de fronteras o la creación de centros de detención de migrantes no solo no resolverán el problema migratorio, sino que pueden socavar la base de los valores que subyacen a la existencia misma de esta zona euromediterránea que juntos queremos construir. La responsabilidad moral de todos nuestros Estados, tanto al Norte como al Sur, requiere que tratemos el tema de la migración de una manera humanista, inclusiva y responsable, abordando las causas de este fenómeno, resistiendo a las sirenas del populismo bajo todas sus formas.

Por su parte, los países del Sur deben, según sea el caso, iniciar o continuar reformas institucionales encaminadas a fortalecer la cohesión social, liberar el potencial económico y completar un modelo político propio que esté al mismo tiempo alineado con sus prioridades respectivas, consagrando la convergencia de valores en torno a los cuales todos debemos converger.

Frente al oportunismo político miope, es hora de levantarse y oponer una visión clara y lúcida de solidaridad basada en el pragmatismo, la audacia y el coraje. Es hora de lanzar una reflexión serena y un diálogo sin complacencias, teniendo como telón de fondo el imperativo de la convivencia.

Este esfuerzo debería iniciarse, a mi entender, con una observación: la UpM no ha logrado funcionar como un espacio de diálogo político y de conciliación, debido a su mandato, que ha sido degradado y, desde el principio, limitado a aspectos técnicos.

En la actualidad, Europa ha mostrado sus limitaciones con respecto a la resolución de conflictos y crisis globales de magnitud que surgen en su entorno inmediato. Este es particularmente el caso de Libia, Siria o el conflicto israelí-palestino. Debe reconocerse que no hemos podido encontrar consenso y convergencia de puntos de vista sobre importantes cuestiones regionales e internacionales.

Todos estos desarrollos requieren un cambio de paradigma para una asociación Norte-Sur más profunda y efectiva a fin de ayudar al área euromediterránea a salir de la crisis. En esta perspectiva, podrían contemplarse algunas líneas de acción para activar una nueva dinámica regional capaz de permitir que este espacio salga de su letargo.

La UpM no puede seguir siendo rehén de lo político, superando los razonamientos que se limitan a lo institucional y adaptando su misión a nuevas prioridades. Tomando en consideración las mutaciones geopolíticas y la evolución de las prioridades regionales desde 2008 hasta la actualidad, la Secretaría de la UpM podría desempeñar un papel más importante si Europa trabajara para fortalecer este foro estratégico proporcionando los mecanismos necesarios para el cumplimiento de su misión, incluyendo:

Una plataforma de « corresponsabilidad » y « co-apropiación »: promoviendo acciones de carácter regional a favor de un objetivo común de desarrollo y estabilidad de la región.

  • Una plataforma de « codecisión »: como estructura que asocia los países del Norte y del Sur del Mediterráneo en su gobernanza, en el marco de una cooperación regional.
  • Una movilización de fondos: en asociación con la Comisión europea, el Banco europeo de Inversiones y / u otras instituciones de financiación bilaterales e internacionales.

Se trata de prever una política de cohesión en el Mediterráneo, es decir, una convergencia que requiera la aplicación de una política de corresponsabilidad adaptada a la situación de los países mediterráneos y que permita dar un significado concreto a la acción de UpM en la región. La política de cohesión ha contribuido a la convergencia interna dentro del Espacio Económico Europeo al reducir las brechas de desarrollo.

Efectivamente, las necesidades y expectativas de los países del Sur con respecto a la UE son fuertes y deben ir más allá en el sentido de una Política Europea de Vecindad (PEV) más ambiciosa y prometedora. Incluso diríamos que necesitamos una nueva ingeniería en el Mediterráneo, nuevas respuestas y nuevas iniciativas de desarrollo para enfrentar los retos colectivos.

Una visión común para la construcción de un eje integrado: Europa / África con el mediterráneo como eje central

Europa está cambiando, y la aparición de nuevos desafíos requiere un cambio de paradigma, porque los destinos de Europa y África están íntimamente vinculados, debido a la indivisibilidad de la seguridad (flujos migratorios masivos, terrorismos, cambio climático, vulnerabilidades persistentes en el Sahel). Hoy, lo que es necesario para todos nosotros es indudablemente la preservación de la seguridad en nuestro vecindario inmediato, pero también es la reducción de los desequilibrios que pueden amenazar la paz y la estabilidad de nuestro entorno.

He aquí la razón que justifica la pertinencia de construir un eje integrado que vincule los dos continentes de Europa y África, a través del Mediterráneo, para afrontar los desafíos comunes y aprovechar las oportunidades del codesarrollo. Por lo tanto, es apropiado proponer un « nuevo trato » para estas tres áreas geográficas A / M / E, que otorgaría una eminente centralidad a los países del Sur y que supondría al mismo tiempo:

Un cambio de visión: al servicio del codesarrollo, la coparticipación y la co-prosperidad de estos tres grandes grupos, creando las condiciones para formular nuevos modelos de crecimiento y desarrollo, más inclusivos y sostenibles, así como beneficiosos para el conjunto de las poblaciones.

Un cambio de enfoque: se trata de transformar las inmensas riquezas del continente para afrontar los desafíos de la migración y de la juventud, cuyo empoderamiento es fundamental para garantizar que la misma pueda contribuir plenamente al desarrollo y transformación del continente. Por otra parte, una integración lograda consiste también en impulsar valores cultuales y culturales, desarrollar la educación y promover una cultura de tolerancia religiosa, que constituiría un freno a la inseguridad y al radicalismo.

Un cambio de método: se trata de partir de las necesidades y expectativas legítimas de las poblaciones del Sur, tanto a escala económica y política, como social y humana. Para ello, conviene formular nuevos modos operativos, para una gobernanza peculiar de África, equipada y adaptada a las realidades del continente y especialmente respetuosa de los equilibrios sociales.           

Efectivamente, con respecto a la dinámica del cambio para relevar los desafíos y satisfacer las aspiraciones de los marroquíes, Marruecos ha comprendido el contexto en el que nuestra región sigue enfrentada a desafíos multifacéticos (securitarios, políticos, socioeconómicos) y multidimensionales. Una dinámica de cambio, pero también de apertura, que permitió a nuestro país, gracias a la clara visión de Su Majestad el Rey Mohammed VI, resistir las transformaciones acaecidas en la región, preservar su estabilidad y su cohesión, así como reforzar su desarrollo en todos los niveles, preservando los fundamentos sociales del país y su capital civilizatorio.           

La UpM ha dado un nuevo impulso al proceso de Barcelona, a pesar de las dificultades señaladas desde el principio. Fue visto entonces como una iniciativa visionaria y prometedora, basada en principios fuertes y claros: igualdad, co-apropiación entre los países del Sur y del Norte y asistencia para la financiación de proyectos.

La UpM tuvo que desempeñar un papel en la promoción de acciones regionales innovadoras, que respondan a las necesidades y realidades de los países mediterráneos. Efectivamente, los países del Norte y del Sur han pasado por muchas tormentas y continúan afrontando grandes dificultades y limitaciones, aunque diferentes. Sin embargo, se considera crucial mantener el rumbo y preservar el único modelo que ofrece a todos los países de la región una perspectiva real a largo plazo. Se trata de una vital profundidad estratégica para los países del Norte y del oxígeno necesario para el desarrollo de los países del Sur, con el propósito de construir un área integrada de paz y prosperidad compartida para todos nuestros países.        

El proyecto euromediterráneo está llamado a adaptarse a los diversos desarrollos de la región para ofrecer la respuesta más adecuada a las apuestas y desafíos generados por un mundo en constante mutación. Ha llegado el momento de una reestructuración de la política europea dedicada a la ribera Sur, con una perspectiva real de integración mediterránea y en el futuro, euroafricana, porque el porvenir de Europa es también África. Estas nuevas perspectivas implican naturalmente la reflexión sobre los instrumentos de solidaridad que se deben poner en marcha para hacer de esta visión prometedora un proyecto creíble que sea tan eficaz como efectivo.          

El Mediterráneo debe entenderse como una oportunidad sin precedentes, una oportunidad para el interés compartido y el enriquecimiento mutuo y no como una región fragmentada y dispersa. Solo con este esfuerzo acabarán disipándose las nubes que hoy amenazan con empujar el espacio euromediterráneo, en sentido contrario al de su Historia y su destino.

Por Youssef Amrani, Ex Secretario General de la Unión por el Mediterraneo (UpM)

 

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